Rosa Maria Baeza
Marco García
Mayela González
Oscar Campos
Irma Guadalupe Hernández
Víctor Bermeo
Adriana Patricia González
Peter Velásquez
Verónica Cruz
Luis Zarazua
Antonia Doblastrujillo
Gökhan Silika
Elizabeth Sánchez
RoySan
No se por dónde comenzar a expresar tantos y variados sentimientos que se interponen entre si, quizá soy rebelde, quizá exigente, me han tachado de hippie, tal vez pido un poco de atención, tal vez no encajo en ningún sitio, será por mi peculiar forma de ser, o de decir las cosas. Será, tal vez, quizá, generan unas cuantas dudas que han rondado por mi existir cual nubarrón de mala suerte.
Se me ha propuesto hacer tantas cosas, que por lo anterior, se han quedado algunas en el tintero, otras a medias y, ha sido por querer poner tierra de por medio para no lastimar o salir lastimada, ya bastante han abollado mi maltrecho ego, se que la amistad no tiene precio y es tan preciada como la vida misma.
En mi corta, extraña y/o desafortunada vida, mi caminar a sido acompañado fielmente por mi soledad, la gente me abruma y en ocasiones siento que hasta mi propia sombra me escupe por lo banal, tediosa y mala leche que he llegado a ser.
Para no hacer tan larga la historia, de alguien que no vale la pena me tomo la atribución de brincarme mi “niñez” y la desconcertante adolescencia abrigada por el vacío.
Hace relativamente poco tiempo, tuve la fortuna y gran dicha de conocer a un grupo de personas muy diferentes,
pero eso sí, con un gran corazón y una fuente inagotable de sentimientos que guardan en un pequeño corazón, porque todo lo archivan versión MP3 o 4 para una mayor capacidad.
No son guerreros con armadura, pero luchan día a día contra las adversidades de la vida, ya sea con espada de teflón o desarmador en mano.
No son aves pero se parecen a los cenzontles, ave de las mil voces, porque escriben lo que su corazón canta, porque su voz llega a ser semi-tonada, que hasta a los mismísimos gatos asusta, sus manos escriben lo que el eco duplica o el Internet magnifica.
En fin, podré decir mil cosas de cada una de “mis amigas y amigos” como ciertamente lo pusiera de moda el presichente Fox, pero no me bastarían las horas y felices días para cada uno.
Cómo es posible hablar con el silencio de las palabras que esconden sueños, lágrimas y risas, exponiendo los amorosos sentimientos y desolaciones vaciadas en un papel confidente con secretos garabateados iluminados por la luz de la luna.
Buscando en los recovecos de las ilusiones se vive día a día con la mirada extraviada del alma, con los ojos velados a la luz de la verdadera amistad, negándose a ser parte de, por querer ser dueños del próximo amanecer.