María y la luciérnaga
Esta es la historia de María, una niña solitaria, que a pesar de vivir rodeada de gente, era sola en su interior, y por sus actitudes aparentaba tener más edad.
Su misma inseguridad o tal vez por temor a las críticas, le dificultaban relacionarse con los demás, así que ella prefiere las largas caminatas por los campos que rodean su hogar, a jugar con los niños de su edad y es por su actitud de gente mayor, que se desenvuelve de esta manera ante la áspera sociedad.
Una tarde, en una de sus tantas caminatas, ensimismada y donde acostumbraba navegar por la mar de sus pensamientos, el ambiente se tornó diferente.
A lo lejos pudo distinguir entre los maizales, una tierna y sensible luz.
Intrigada, se acercó con curiosidad y algo de temor para cerciorarse de que no era una ilusión y ante su asombro pensó:
- ¿Cómo es posible que una luciérnaga habite por estos lugares?
En el colegio, le habían dicho que estos minúsculos animalitos sólo vivían en lugares cálidos y tropicales; y tallando sus ojos para ver con más claridad dijo:
- quizá es un sueño lo que estoy viendo o alguien que se quiso hacer el gracioso, como antaño, cuando algunas personas hacían bromas de dejar lámparas encendidas simulando los ojos del espantapájaros –
- y que por cierto, aparte de cumplir su cometido, asustaba a los que hurtaban la cosecha –
Reflexionando en la experiencia que acababa de vivir, la niña continúa su camino, apresurándose a llegar a tiempo para la merienda y después, ya en su cuarto, volver a recorrer en sueños los paisajes admirados.
Pasan los días en la árida sierra donde llueve a temporadas y escasea el agua, pero no la curiosidad de María por descubrir lo que origina tal expectación en su imaginación.
Y es cuando la niña, después de las labores escolares y de la deliciosa merienda, se alista para dormir.
Se pone la pijama amarilla, color “pollito” que tanto le gusta y antes de cerrar los ojos, mira a la ventana, esperando solamente la voz de su madre, indicándole la hora de apagar las velas para descansar.
Sin embargo, para su sorpresa, mira a lo lejos que por los maizales, se enciende esa lucecita de indescriptible color.
En ocasiones se torna amarilla, otras verde y de vez en cuando, blanca.
Impactada por lo que está mirando, despierta a su hermano para que se asome a la ventana:
- Juan, Juan!, despierta! Mira en los maizales esa luz! –
Pero su hermano entreabre los ojos y continúa con su plácido sueño.
María no puede dejar de pensar en aquella lucecita, sin embargo, procura no pasear más por aquellos lugares. Tiene cierto temor, pues tras los relatos de los pobladores de que un lobo acecha por las noches, para comerse a las gallinas o los borregos, o que ya se ha devorado a uno que otro pastor despistado que se quedó dormido en el camino.
Y ella recuerda aquellas palabras:
- Dicen que el lobo ve fijamente a su víctima, le brillan los ojos y avanza lentamente, sin hacer ruido alguno, para llegar por sorpresa y zaz!!, no dar tiempo para huir –
- También, que se esconde entre los maizales, y ataca sin piedad, -
Tras esos relatos, la gente va sumando historias espeluznantes, ante el terror de todos los pobladores y también de María.
Sin embargo, cuando la niña veía esa extraña luz, lejos de espantarla, se llenaba de mucha paz interior.
Una noche, era tal el cansancio de la pequeña, que no quiso asomarse a la ventana, así que después de la merienda, se fue directamente a la cama.
Mas entre sueños, volvió a recorrer los maizales y a caminar por los paisajes de su pueblo.
Ante su asombro, de pronto vislumbra la figura del lobo que aterroriza a la región y comienza a correr sin poder llegar a ningún lado, sintiendo como si no avanzara, mientras el feroz animal la persigue.
Al sentirse acosada, se postra en el piso y suplicante pide que no le haga daño.
En ese momento, llega a su recuerdo aquella lucecita que la llena de paz y es cuando con suave voz le pide:
- ¡Lucecita de los maizales, amiga mía, tu que velas mis sueños, ayúdame, acude a mí en estos momentos de angustia! –
Y fue tras de las ramas de los sembradíos, que pudo ver como se acercaba vertiginosamente la tan añorada luz, quien le habló con un lenguaje que sólo ellos podían comprender:
- Aquí estoy querida niña. Soy la luciérnaga de tus sueños, la que alumbra tus caminos y flota en los maizales para encontrarte y sigilosamente acompañarte –
La extraña visión sobrevoló la cabeza del lobo, exigiéndole que no le hiciera daño a la niña y pidiéndole que se alejara de aquellos lugares.
El lobo, con cierto sarcasmo, le replica a la luciérnaga:
- si no dejas de entrometerte, ¡te comeré de una sola mordida!, ¡no te escaparás! -
La luciérnaga, molesta por la actitud del lobo, resplandece con más intensidad, a tal grado, que María, desde la distancia en la que se encontraba, podía sentir su calor.
No tardaron en hacerse de palabras y fastidiada por la altanería del lobo, la luciérnaga se posa sobre la cabeza del iracundo animal, provocándole tremenda quemadura, que con un estruendoso aullido hizo que el lobo saliera por fin corriendo de aquellos parajes.
Al escuchar el lastimero aullido del lobo, María se despierta sobresaltada.
- ¡Ah, fue una pesadilla! –
Baja las escaleras en silencio, y en la oscuridad de la cocina se sirve un vaso de leche fría, para quitarse el angustiante sabor que le recorría por la garganta ante semejante susto.
Regresa a su habitación. Se asoma por la ventana y recuerda que antes de dormir no lo había hecho.
Con la mirada furtiva, cual niña traviesa, busca entre los maizales la lucecita que la inquieta, mas la tristeza de apodera de sus ojos, por no poder vislumbrarla y de los cuales caen un par de lágrimas.
Cabizbaja y un poco somnolienta, se acerca al estante en dónde tiene sus libros de cuentos e historias fantásticas. No enciende las velas, pues Juan, su hermano, y sus padres descansan, y ella no quiere importunarles.
Así que María toma un libro cualquiera, sin percatarse cuál es y vuelve a la cama.
Más para su sorpresa, un extraño y débil reflejo asoma por la ventana, provocándole un gran susto.
Sin embargo, empiezan a surgir en su cabeza múltiples deducciones:
- ¿Será posible que el lobo ande merodeando por la casa?, aunque, el granero se encuentra al otro lado de la casa; además mi habitación esta en el primer piso. ¿Qué será esto? –
Intrigada, entrecierra los ojos, queriendo descubrir si es verdad que esta viendo a la luciecita de sus sueños,
- ¿Estaré aún soñando? –
Una vez más se talla los ojos y dice:
- ¡Es verdad!, ¡no estoy soñando! –
Frente a ella se encuentra la luciérnaga que le salvó la vida en la pesadilla.
La carita del peculiar insecto mostraba rasguños y moretones, debido a alguna reciente batalla y desfalleciente, se posa sobre la mano de María:
- No niña querida, no ha sido un sueño. El lobo y yo hemos tenido un lamentable desaguisado y yo sólo vine a saber si tu te encuentras bien –
La niña, con tierna actitud, agradece al pequeño animalito y con extremo cuidado le acoge dentro de la caja de una de sus muñecas favoritas, preparándole un aposento con retacitos de tela, de las costuras que le han sobrado a su madre.
Le cura las heridas, la pone cómoda y después sostienen una casi imperceptible charla.
María se presenta, le comenta a su nueva amiguita algunos detalles de su vida.
La tierna luciérnaga asienta con la cabeza –
-María, querida niña, te conozco de tiempo atrás, desde que tu paseas por los maizales –
- Yo soy una pequeña luz, que alumbra el camino de los viajeros nocturnos, velo los sueños de los niños cuando le temen a la oscuridad –
- Me gusta la música y escuchar sus risas, mas yo no tengo un nombre como los humanos; soy simplemente una luciérnaga –
A María le gusta mucho la música también y recuerda que en pocos días será, la fiesta de la Patrona del pueblo, Santa Cecilia, así que dice con alegría:
- Si no tienes inconveniente, podrías llamarte Cecy, como la santa patrona del pueblo, ¿te gustaría? -
Y la pequeña luciérnaga, acepta con mucha alegría:
- Siiiiiiii, me llamaré Cecy!!. Gracias pequeña niña -
A la mañana siguiente, corren las noticias por el pueblo de que alguien hizo desaparecer al lobo. Han hecho el conteo del ganado y los gallineros y nada falta. Todos los animales de corral están completos y los pobladores de Santa Cecilia, desde entonces están muy contentos.
Así transcurren los días. Por las noches, a lo lejos, se oye el lastimero aullido del lobo, tras las montañas, quien al ver el estrellado cielo, recuerda que una brillante luz le hizo desistir de sus andancias por el pueblo.
A partir de entonces, María y Cecy la luciérnaga, son amigas inseparables. Durante los días de colegio, Cecy alumbra fielmente las horas de estudio de María, y en las noches sombrías, María lee historias para Cecy, la luciérnaga amiga.